miércoles, 8 de octubre de 2008

Cuerpos inmunes al dolor

Por: Jaime Arocha*

LA SEMANA PASADA EN LA LUCIÉRAGA, Gustavo Álvarez Gardeazábal decía que ojalá premiaran la película Perro come perro. Deseé lo contrario y dedicaré dos columnas a explicar mis razones. La que el lector tiene al frente, se referirá a la imagen del cuerpo negro que la cinta naturaliza, y la siguiente a la forma como profana las religiones afroamericanas.

El 18 de enero el Sundance Festival presentó esta creación de Carlos Moreno auspiciada por RCN Televisión y esta noche se exhibirá en el Festival de Cine de Bogotá. La excusa para que la cámara se deleite detallando múltiples oprobios contra el cuerpo humano consiste en la historia de la venganza doble del mafioso Don Pablo contra el sicario Eusebio Benítez, quien le mató a uno de sus lugartenientes, y contra Víctor Peñaranda, quien le robó unos dólares.

El sicario Benítez es un negro descomunal capaz de soportar dolores intolerables y hacer esfuerzos sobrehumanos. En Buenaventura asesina al ahijado de Don Pablo, William Medina, embutiéndolo en el desagüe de una calle, luego de quitar y poner el respectivo enrejado de acero como si se tratara de un papel. Más adelante, le hace frente a balaceras infernales y sigue corriendo, como si los orichas a quienes se encomienda lo hubieran blindado contra los proyectiles. Y cuando por fin cae, uno sólo sabe que murió por un alabao muy solemne que suena.

Ésta es otra ratificación de la imagen referente a que la gente negra es inmune al sufrimiento y al dolor, la cual no sólo justificó la esclavitud, sino que siguió ganando popularidad desde que a finales del siglo XVIII el médico inglés Edward Long publicara sus ideas sobre lo que él llamó el “carácter africano”. Esta categoría supuestamente científica se refería a un conjunto de taras que transmitía irremediablemente la sangre africana, incluyendo la incapacidad para el raciocinio complejo, la lascivia y la pereza.

Sostengo aquí que este conjunto de imágenes tiene que ver con la protesta de los corteros de caña, satanizada por los medios con el argumento de que está manipulada por fuerzas oscuras. “Claro que sí”, dijo el sábado pasado un representante del movimiento de protesta que se presentó frente al público de un concierto en el Museo Nacional. “¡No ven que 70% de nosotros somos negros!”, aclaró. El senador Alexánder López concordó con él en la entrevista que le concedió al número 796 de la revista Cambio. Sin embargo, siguen siendo marginales los escritos sobre las condiciones dentro de las cuales los corteros hacen su trabajo.

Recordemos que no obstante las alarmas ambientales, a los cañaduzales les echan candela para abrir los callejones. Cuando los corteros entran, a las temperaturas ambientales de 32°C o 35°C hay que sumarle el aumento que aporta el fuego recién extinguido. Luego viene el esfuerzo de separar las cañas mediante el garabato y cortar los tallos usando una rula enorme.

Hace 30 años un equipo multidisciplinario de la Facultad de Medicina Social de la Universidad del Valle seleccionó una muestra de ellos, para que mientras cortaban caña se pusieran a la espalda unas maquinitas cuyos tubos les llegaban a boca y nariz. De ese modo constataron que quemaban hasta 6.000 calorías por día, un gasto de energía tan sólo compensable si el resto de la familia del cortero y proveedor del ingreso familiar sacrificaba su dieta diaria. Como es lógico, el costo consistía en una marcada desnutrición infantil que el mismo equipo científico medía.

Escribo sobre personas que reciben $5.862 por cada tonelada de caña que derriban. Así, tienen que tumbar por lo menos seis toneladas al día para alcanzar el salario mínimo, teniendo en cuenta que los ingenios les rechazan hasta tres toneladas que clasifican como “materia extraña”, y que los administradores de las cooperativas de trabajo que los vinculan también les hacen los respectivos descuentos, conforme lo demostró Aurelio Suárez en su artículo que La Tarde publicó el 30 de septiembre.

Percibir las necesidades de los corteros no será fácil si persiste la idea de que la fortaleza de la gente negra es natural. ¿Cómo modificar este estereotipo si en la fabricación de los Eusebios Benítez figura RCN Televisión, a su vez nutrida por la pauta publicitaria de gaseosas como Colombiana, hecha con azúcar del Cauca y del Valle?

* Grupo de Estudios Afrocolombianos, Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia.

Jaime Arocha
Publicado en EL ESPECTADOR 8 de Octubre

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